miércoles, 6 de diciembre de 2017

Arthur Cravan: Je mangerais ma merde (Texto completo)

ARTHUR CRAVAN: ESBOZO DE UNA BIOGRAFÍA
Fabian Avenarius Lloyd nació el 5 Merdre 14 E.P. (22 de mayo de 1887 vulg.) en Lausanne, Suiza; y murió poco después renaciendo como Arthur Cravan, el boxeador y poeta que, con sólo cinco números de una revista autoeditada y algún que otro escándalo en París y Nueva York, ha conseguido erigirse como mito: empezando por Breton, que vería en él un "manantial" del que beberían las futuras generaciones de poetas, y acabando por quienes escribimos estas páginas con la intención de perpetuar su legado.
Si bien es cierto que de Cravan se han hecho exposiciones, se han escrito biografías y ensayos, se han filmado documentales..., no por ello deja de ser un autor marginal al que los historiadores -salvo contadas excepciones- se empeñan en relegar a la categoría de "poeta menor", cuando no de provocador carente de todo interés literario. Parecen olvidar el papel determinante que tuvo para algunos movimientos de vanguardia como Dadá o la 'Patafísica, que le consagra incluso un día de su Calendario (4 As, día de San Cravan, boxeador). Cierto que su producción se reduce a algunas páginas de poemas futuristas, textos sobre Wilde y críticas de arte; pero la influencia posterior de sus escritos es motivo suficiente para considerarlo uno de los personajes más relevantes de la primera mitad del siglo XX.
Fabian nace en el seno de una familia de la petite bourgeoisie que vive en un apacible pueblo suizo habitado en gran medida por británicos adinerados que buscan una educación óptima para sus hijos y un ambiente saludable imposible de encontrar en el Londres de la época. A su padre, Otho Lloyd Holland, no se le conoce ninguna ocupación remunerada, sino que se dedica a la genealogía y al estudio de los clásicos griegos. Tampoco su madre, Nellie, es propietaria de una gran fortuna; de hecho, su origen humilde la lleva a adoptar el apellido de la rica familia para la que trabaja. Es el padre de Otho, Horace (canciller de la reina) quien permite que los Lloyd lleven una vida acomodada. Además de Otho, Horace tiene una hija llamada Constance, que contraerá matrimonio con un ilustre escritor irlandés: Oscar Wilde.
Nellie y Otho se casan en 1884, y un año después tienen a su primer hijo, al que llaman como su padre. Dos años más tarde, en 1887, nace Fabian; para entonces, su padre ha abandonado a su familia para irse con Mary Winter, una amiga de su esposa con quien formará una segunda familia. También Nellie (que, tras la marcha de Otho, puede mantener su nivel de vida gracias a las rentas que éste le deja) encontrará una nueva pareja, el doctor Henri Grandjean, que se convertirá en su devoto esposo (cuando se casan en 1890) y en un padre excelente para sus hijos. Él será quien compense el trato desigual que Nellie no se molesta ni tan siquiera en ocultar: desde su más tierna infancia, mostrará predilección por Otho, y dejará para Fabian la severidad y el menosprecio, que habrán de dejar huella en él.
De todos sus familiares, quien tuvo una mayor influencia sobre Fabian/Cravan fue, sin duda, Oscar Wilde; más que su tío político, juega el papel de padre (poético y biológico, como parece sospechar siendo ya adulto) en el que Cravan encuentra un modelo y una justificación: de su físico, de su carácter, de sus acciones... El padre de Fabian había conocido a Wilde en Oxford; pese a sus afinidades, desaprobó desde el principio la boda entre él -un dandy extravagante- y su hermana Constance, que no hizo caso de sus consejos hasta 1895, cuando estalla el escándalo por el que Wilde acabaría en prisión acusado de perversión homosexual. Curiosamente, el interés de Cravan por Wilde comienza cuando conoce a su primo Vyvyan Holland (el hijo menor de Constance y Oscar, que dejó de usar el apellido Wilde obligado por su madre y el padre de Cravan para evitar la "vergüenza" que traía consigo) y éste le explica el motivo por el que su padre fue encarcelado.
La infancia de Cravan transcurre "felizmente"; todo lo feliz que puede ser un niño privado del cariño materno y forzado a ganarse su afecto sin llegar nunca a conseguirlo. En el plano académico tampoco destaca; tras años recibiendo clases particulares, ingresa en el colegio en 1896, y al cabo de pocos meses es expulsado por mala conducta. Entre mayo de 1900 y abril de 1901 permanece en un pensionado muy prestigioso (y, por consiguiente, también muy caro) de St. Gallen, Inglaterra, con el que parece estar encantado. Luego, en 1903, es enviado a Worthing y ahí su actitud cambia por completo: nace el Fabian rebelde y provocador que se muestra tremendamente mordaz e ingenioso en las cartas que envía a su madre.
Cuando acaba el curso en verano de 1904, y tras el episodio vivido con su primo Vyvyan, cumple su objetivo de viajar a Estados Unidos. Hasta 1908 va alternando sus estancias en Lausanne con viajes a Berlín, Múnich, Roma y Florencia. Ese año es determinante en la vida de Fabian (y del futuro Arthur Cravan): despierta su vocación de poeta (ligeramente insinuada en 1905), piensa por primera vez en publicar una revista literaria y recibe una sustanciosa cantidad de dinero que le permite instalarse definitivamente en París, donde podrá dedicarse a escribir.
Reside en la capital francesa entre 1909 y 1915; allí frecuenta las tertulias de La Closerie des Lilas, a las que también son asiduos algunos cubistas y órficos (como Marcel Duchamp, con quien se reencontrará en Nueva York). En 1910 conoce a Renée, con quien inicia una idílica relación que acabará en 1916 (sin llegar a acabar del todo). También en 1910, tras una disputa con su madre por el desprecio que muestra hacia Renée, Fabian pierde la asignación que recibía cada mes y que era condición de posibilidad de su vida ociosa y despreocupada. A partir de entonces tiene que subsistir comprando y vendiendo obras de arte. Ese mismo año, desde febrero hasta mayo, aparece el -aún- Fabian boxeador, que se proclama campeón de Francia de semipesados sin llegar siquiera a pelear; gana el combate del 14 de marzo por abandono de su oponente. Este triunfo, aunque no tiene ningún mérito, le permite en los años posteriores ganarse la vida como profesor y forjar una "leyenda" del todo inexplicable dados sus cuestionables dotes como pugilista.
Sin duda, sus mayores hazañas en París son la publicación de Maintenant (que firma ya como Arthur Cravan) y sus "conferencias", todo ello comprendido entre los años 1912 y 1915. Durante este tiempo, en el que ha conseguido valerse por sí mismo (a diferencia de su hermano mayor, convertido en un pintor fracasado), consigue al fin la simpatía de su madre; puede decirse que se "reconcilian" en 1915, algo que a Nellie le sirve de alivio cuando su hijo desaparece para siempre.
Por desgracia, esta época dorada acaba cuando Cravan decide abandonar París tras el estallido de la I Guerra Mundial, fundamentalmente por el espanto que le causa la idea de ser llamado a filas. Inicialmente intenta continuar con su vida y llega a sacar un quinto número de Maintenant (en marzo de 1915), pero tras visitar a su madre y al doctor Grandjean en Lausanne se traslada a Barcelona. Aquí (concretamente en Vallcarca) vive con Renée, su hermano y la novia de éste durante todo un año, desde finales de 1915 hasta diciembre de 1916. No son los únicos artistas que, huyendo de la guerra, escogen la capital catalana como destino: uno de los más ilustres, y con quien Cravan entablará relación, es el dadaísta Francis Picabia. Del paso de Cravan por nuestra ciudad, lo más destacable es su combate contra Jack Johnson en la Monumental el 23 de abril de 1916. Él, campeón de Francia de semipesados y profesor de boxeo en el Club Marítim, cae por K.O. en el sexto round después de todo un mes de entrenamientos públicos y gran expectación mediática; es de entender que la prensa deportiva le dedicara extensas críticas.
El verano de ese año lo pasa en Tossa de Mar, también con Renée, su hermano y la novia de él; es allí donde afianza su amistad con Picabia, lo que le servirá más adelante para hacerse un hueco entre la bohemia neoyorquina.
A Nueva York se va en diciembre, a bordo de un transatlántico llamado "El Montserrat", en el que también viaja Trostky. El viaje de Cravan a tierras estadounidenses, que tiene lugar nuevamente como respuesta a un posible reclutamiento, supone una ruptura de su relación con Renée, con la que promete reunirse sin ninguna intención de cumplir su palabra. Aunque los dos reharán su vida al poco tiempo de separarse, la correspondencia entre ambos no cesará jamás; ni siquiera después de que él inicie una relación con la célebre escritora Mina Loy, con quien comparte el resto de su vida (poco más de un año, vaya). En Nueva York, Cravan se codea con los intelectuales más importantes del momento (Marcel Duchamp, Francis Picabia, Man Ray, Elsa von Freytag-Loringhoven...) y se vuelve un personaje muy popular; llega incluso a protagonizar un reportaje de The Soil. El punto álgido de su estancia en la Gran Manzana se produce en abril de 1917, cuando se inaugura el Salón de los Independientes en el Grand Central Palace y es invitado a pronunciar una conferencia que acaba con una intervención policial y todas las miradas puestas en él. También en el marco de esta exposición se celebra un baile de disfraces al que acude semidesnudo. Al próximo baile, ya en mayo y con motivo de la presentación de la revista The Blind Man, acudirá acompañado por Mina Loy: señal de su consagración como pareja. En primavera emprende un viaje por los Estados Unidos y en agosto lo hace por Canadá (disfrazado de soldado). Vuelve el septiembre, pero no se queda allí por mucho tiempo: huyendo nuevamente de un posible reclutamiento (cabe recordar que Estados Unidos, al principio neutral, acaba por tomar parte en la guerra) deja a Mina y parte rumbo a Buenos Aires con la intención de reunirse más tarde con ella.
En diciembre de 1917 ha llegado a Méjico y decide permanecer allí renunciando a su plan (más bien el plan de Mina) de establecerse en Argentina, aunque sin llegar a manifestárselo abiertamente. Tanta insistencia acaba por surtir efecto: Mina llega a Méjico en enero de 1918, donde Cravan da clases de boxeo y organiza algunos combates que resultan desastrosos. Tras casarse y reunir algo de dinero, retoman su plan inicial de trasladarse a Buenos Aires, pero sus penurias económicas les fuerzan a viajar por separado: Mina, que por entonces está embarazada, se desplazará en un buque japonés mientras que él irá por su propio pie con una barca en la que viaja con otros amigos. El rencuentro no llega a producirse: Cravan desaparece misteriosamente y no consigue llegar a tierras argentinas. Mina, que espera durante largo tiempo alguna noticia de su amado, inicia una búsqueda que cesará al cabo de un año, cuando haya perdido toda esperanza y deba entregarse al cuidado de su hija Fabienne.

MON NOM VÉRITABLE EST FABIAN LLOYD - A. CRAVAN.
Fabian utiliza por vez primera el pseudónimo “Arthur Cravan” cuando empieza a publicar su revista Maintenant en París, a partir de 1912. Es de suponer que lo hace a causa del rencor que siente por su madre (1910: “voy a proseguir mi vida sin ti, siguiendo lo menos posible tus consejos que hubieran hecho de mí un perfecto asno"), siempre tan intolerante con Fabian y un auténtico cielo con Otho, el primogénito. Cravan es el nombre de un pequeño pueblo de Morvan en el que había nacido Renée, su gran amor. Escogió “Arthur” por la fascinación que sentía por Rimbaud, autor de las “Iluminaciones” y de “Una temporada en el infierno”.
Mi vida está gastada. Finjamos, holgazaneemos, ¡oh piedad! Y existiremos divirtiéndonos, soñando amores monstruos y universos fantásticos, quejándonos y atacando las apariencias del mundo, saltimbanqui, mendigo, artista, bandido; ¡sacerdote! (…) ¡No! ¡No! ¡Ahora me rebelo contra la muerte! El trabajo le parece demasiado leve a mi orgullo: mi traición al mundo sería un suplicio demasiado corto. En el último momento, atacaría a diestro y siniestro…
Entonces, -¡oh!- pobre alma querida, ¡no habríamos perdido la eternidad!
Arthur Rimbaud (“El relámpago”)

OBRA LITERARIA: MAINTENANT
Maintenant es una revue littéraire de la que Cravan es director y único redactor. Aunque firma algunos textos con pseudónimos como Edouard Archinard o Marie Lowitska, todos son de su autoría. Sólo se llegaron a publicar cinco números, que contienen poesía, narrativa y una celebérrima crítica de arte que acabó en pena de prisión.
El primer número de Maintenant aparece en abril de 1912; en él se publica el poema “Sifflet” (“Silbato”) y los “Documentos inéditos sobre Oscar Wilde”. En “Sifflet”, la maquinolatría tan propia del Futurismo italiano toma la forma de un transatlántico, símbolo no sólo de los avances de la tecnociencia sino también de la libertad que le concede al poeta poder viajar constantemente. Uno de los versos (“¡Nueva York! ¡Nueva York! En ti quisiera yo vivir”) parece anticipar el porvenir de Cravan, que ve la ciudad hiperindustrializada –en su “audaz modernidad”- como el lugar idóneo para instalarse. Pero no es sólo la máquina, en su complejidad técnica, la que le parece digna de elogio: algo tan primitivo como los materiales (hierro, cobre…) despiertan en él la sensación de una vitalidad desbordante. Lo más interesante es que, a diferencia de Marinetti y su prole, en la obra de Cravan la exaltación del artificio no va en detrimento de lo natural: inmediatamente después de describir los prodigios del navío en el que se desplaza, y por un proceso de analogía cromática (el verde del barniz/el verde de los pastos), le invade el “¡sentimiento de la naturaleza!”; comienza a desvelarse la “funesta pluralidad” de la que tratará en otros poemas. En cuanto a los “Documentos inéditos sobre Oscar Wilde”, es uno de los tantos textos que dedicará a la figura de su tío, tan determinante en sus andanzas literarias. Aquí se limita a dar una descripción más o menos detallada de su físico:
“En su conjunto, el rostro de Wilde era, de perfil, bien griego; de frente también lo era, pero principalmente su parte superior, bien proporcionada, armoniosa; la parte inferior, cuando los labios estaban sellados, tenía más bien algo egipcio, tenía el enigma, la inexorabilidad, la impasibilidad estatuaria: una especie de crueldad en reposo.”
Oscar, que tenía fama de gran conversador, despierta el asombro de su sobrino por esa “presencia sola y muda capaz de llenarlo todo”. De él dice además que “charlaba con todo el cuerpo”: esté o no idealizándolo, la admiración que siente por Wilde es innegable.
El segundo número de la revista sale un año más tarde, en julio de 1913; incluye la segunda parte de los “Documentos inéditos sobre Oscar Wilde”, que versa sobre cuestiones más psicológicas: su inevitable magnetismo, su mordacidad y agudeza, su sentido del humor, etc. Antes de Wilde, sin embargo, Cravan habla de otro escritor que no sale tan bien parado: “André Gide” (con título homónimo). Aunque sea éste y no aquél el protagonista de su relato sigue girando sutil e inapreciablemente en torno a su tío: es una venganza por lo que Gide expone en uno de los textos in memoriam que le dedica al que fue su amigo, nada menos que “… debe reconocerse: Wilde no era un buen escritor”. Cravan replica: “Sus andares delatan a un prosista que jamás podrá hacer un verso.” Claro que no se limita a hacer crítica literaria, sino que sigue con otros agravios menos sofisticados (“se le podría tomar muy fácilmente por comediante”, “sus manos son las de un gandul”, “es un canijo”, etc.). En este escrito, además de atacar al autor de “El inmoralista”, deja entrever algunas de sus convicciones artísticas (“prefiero el boxeo a la literatura”) o confesiones más íntimas relativas a su complicada relación con Nellie (“mi madre y yo no hemos nacido para entendernos”).
Por último, dos poemas: uno titulado “Hie!” con rasgos similares a “Sifflet” aunque mucho más introspectivo; mientras que en “Sifflet” el yo poético está prácticamente ausente, en “Hie!” se va alternando con la exaltación de lo veloz como solución a su pluralidad. Éste es el tema principal, que a Cravan le toca muy de cerca por ser alguien que oscila entre categorías tan dispares que llegan a contradecirse entre sí. Jamás llegará a decidirse por una y, aunque en ocasiones parezca lamentarse, todo apunta a que se sentía orgulloso de ser indefinible:
Mundano, químico, puta, borracho, músico, obrero,
[pintor, acróbata, actor;
Anciano, niño, estafador, golfo, ángel y juerguista;
Millonario, burgués, cactus, jirafa o cuervo;
Cobarde, héroe, negro, mono, Don Juan, rufián, lord,
[campesino, cazador, industrial.
¡Soy todas las cosas, todos los hombres y todos los animales!
En el segundo poema, “Des paroles” (“Las palabras”), adopta un tono pesimista que en nada se parece a los textos vistos hasta ahora; a nivel temático es de por sí deprimente: el intento de revivir un pasado que no volverá mediante recuerdos confusos y dolorosos, el eterno conflicto del poeta consigo mismo, el sentimiento de culpa que aflora en cuanto se consigue algo de paz, el spleen o tristeza sin causa definida… Son, en definitiva, temas propios de la poesía simbolista, poco transgresora por entonces –cuando se han cumplido más 55 años desde la publicación de Les fleurs du mal. La atención que ha puesto en la forma (métrica y rima perfectas, figuras retóricas por doquier) es algo excepcional que no volverá a verse entre las páginas de Maintenant.
En cuanto al tercer número, de octubre de 1913, está consagrado enteramente al autor de “El retrato de Dorian Gray”, con un relato ficticio titulado “¡Oscar Wilde está vivo!” y un par de retratos cedidos por Lajeunesse. Lo más destacable del relato (en el que Cravan recibe una visita de su tío trece años después de su muerte) es el cambio con respecto a los textos anteriores sobre Wilde: abandona el tono elogioso de quinceañero enamorado y escribe fragmentos memorables.
“Estoy aquí, sobre esta cama, como un vago; no es que me disguste ser un tremendo perezoso; pero odio quedarme mucho tiempo así, cuando nuestra época es la más favorable a traficantes y timadores; yo, a quien le basta un compás de violín para que le entren unas ganas locas de vivir; yo, que podría matarme de placer; morir de amor por todas las mujeres; que lloro todas las ciudades, aquí estoy, porque la vida no tiene remedio. Puedo entregarme al desenfreno en Montmartre y hacer mil excentricidades, ya que lo necesito; puedo estar pensativo, activo; trocarme uno tras otro en marinero, jardinero o barbero; pero si quiero degustar las voluptuosidades del sacerdote, debo dar un lustro de mis cuarenta años de existencia, y perder incalculables goces, para ser bueno únicamente. Yo, que me sueño incluso en las catástrofes, digo que si el hombre es tan desdichado es porque mil almas habitan un solo cuerpo.”
“[Wilde] Era bello. En el sillón parecía un elefante; el culo aplastaba el asiento que le venía estrecho; ante los brazos y las piernas enormes yo intentaba con admiración imaginar los sentimientos divinos que debían habitar en tales miembros. (…) Yo lo adoraba porque parecía una gran bestia; me lo imaginaba cagando sencillamente como un hipopótamo. (…) Me lo representaba, en la locura del verde de África y en medio de la música de las moscas, haciendo montañas de excrementos. ”
En “¡Oscar Wilde está vivo!” se menciona el prosopoema, que no es ni mucho menos un invento de Arthur Cravan (el término lo acuña por primera vez Lu Ji, autor del Wen Fu) aunque él así lo cree y llega incluso a formular una definición: “Se trata de una pieza que empieza en prosa y que insensiblemente, mediante ecos –la rima- primero alejados y luego cada vez más próximos, nace a la poesía pura.”
El cuarto número de Maintenant (marzo 1914) fue el más polémico. Publicó tan solo una crítica de la Exposición de los Independientes, por la que le llegaron a condenar a ocho días de prisión. Los que salen peor parados son Guillaume Apollinaire (se refiere a él como “judío”), con quien se muestra terriblemente mordaz incluso a la hora de disculparse. Lo hace con una carta que empieza: “No porque tenga miedo del gran sable de Apollinaire, sino porque tengo muy poco amor propio…” y acaba: “Monsieur Apollinaire, que tiene una gran barriga, se parece más a un rinoceronte que a una jirafa y, en cuanto a la cabeza, tiene más de tapir que de león, tira más al buitre que a la cigüeña de largo pico.” También se ve obligado a rectificar sus declaraciones acerca de la pintora Marie Laurencin (“A ésta le vendría bien que le levantaran las faldas y le metieran una gran… en alguna parte…”); su única rectificación será rellenar los espacios vacíos: “A ésta le vendría bien que le levantaran las faldas y le metieran una gran astronomía en el Teatro de Varietés.”
Otra pintora, de la que Toulouse-Lautrec hizo un retrato muy conocido, le exige a Cravan una segunda rectificación por tildarla de vieja zorra, y lo consigue: “Quiero advertir al público de que, contrariamente a mi afirmación, madame Suzanne Valadon es la virtud misma.” Suponemos que se dio por satisfecha, aunque Cravan fuese incapaz de fingir verdadero arrepentimiento.
Por último, el número de marzo de 1915, con “Poeta y boxeador” -el prosopoema adelantado en “¡Oscar Wilde está vivo!”- y tres breves aforismos que resumen las ideas estéticas de Cravan:
“Tiene más mérito descubrir el misterio en la luz que en la sombra.”
“Todo gran artista tiene el sentido de la provocación.”
“Los imbéciles sólo ven lo bello en las cosas bellas.”

PRODUCCIÓN INMATERIAL: CONFERENCIAS
Cravan, que da su primera conferencia a finales de 1913, tomó la idea de los futuristas, que habían comenzado a leer sus manifiestos literarios en público tras comprobar el revuelo que levantaban y, sobre todo, la atención que recibían. En París llega a impartir tres y, aunque de todas se habla en los periódicos, la que impacta más al público es la del julio de 1914: en ella pegó unos tiros con su revólver y lanzó objetos contra el público sin que nadie, por desgracia, resultase lesionado. En medio de esos episodios de locura transitoria, tuvo tiempo de pronunciar un breve discurso contra el arte y la vida: “Ensalzó a los deportistas, superiores a los artistas, así como a los homosexuales, a los ladrones del Louvre, a los locos, etc.”
Claro que, comparada a la de Nueva York, la conferencia de París se queda en un incidente sin importancia. Con motivo de la inauguración del Salón de los Independientes, Cravan es invitado por Francis Picabia y Marcel Duchamp a impartir una conferencia –destinada a las damas de la alta sociedad- en torno a “los artistas independientes de Francia y de América”. Picabia y Duchamp, que estaban al corriente de los escándalos que su amigo había protagonizado en París (en especial de la crítica del cuarto número, plagada de insultos a los artistas más importantes del momento), pudieron prever sin duda lo que iba a ocurrir: Cravan, que llega tarde y presumiblemente borracho, dirige su mirada al público con desdén desde su atril, da un golpe con el que estremece todos los artistas allí congregados e instantes después comienza a quitarse la ropa, sin haber pronunciado una sola palabra. No llega a desnudarse del todo porque intervienen las fuerzas del orden, que se llevan algún puñetazo de este boxeador disfrazado de conferenciante. Pasa la noche en prisión pero, por suerte para él, Walter C. Arensberg (uno de los intelectuales más influyentes de la bohemia neoyorquina) paga la fianza y queda libre al día siguiente. Duchamp, pese a sus acciones claramente malintencionadas, y habiendo declarado que Cravan “era un tipo raro; no me gustaba mucho, y tampoco yo a él”, sólo pudo decir tras este episodio que había sido “¡Una conferencia maravillosa!”.
Puede decirse que estas apariciones, hechas con la única pretensión de provocar, son la obra más importante de Arthur Cravan; más incluso que Maintenant. Con ellas pretende ganar dinero y que hablen de él, en conformidad con su concepción del arte como medio en lugar de como fin (en su caso, para ligar y hacerse rico). Fracasa en lo primero, pero acaparar la atención de cualquiera (incluso de Mina Loy, que al principio no siente por él más que un profundo desprecio) se le da realmente bien. Es en sus conferencias y en sus combates de boxeo, más que en sus poemas y relatos, donde Cravan demuestra su talento y se muestra como lo que realmente es: un dandy anarcopunk.

INFLUENCIA POSTERIOR: DADÁ, SURREALISMO, ‘PATAFÍSICA
Arthur Cravan lleva hasta sus últimas consecuencias la creencia de Wilde según la cual “la vida imita al arte mucho más que el arte imita a la vida”. Esta ruptura de las barreras entre el autor y su obra será retomada por Dadá aunque despojada del tufo a esteticismo (ars gratia artis o “el arte por el arte”) que rodea todas las ideas de Wilde, para quien “el artista es el creador de cosas bellas”, en contraposición a Tristan Tzara que buscará un arte “por encima de los reglamentos de lo Bello y su control”. Sería injusto decir que Cravan había adoptado acríticamente las ideas estéticas de su tío: de hecho, su crítica de la Exposición de los Independientes adelanta gran parte de las ideas expuestas por Tristan Tzara en sus siete manifiestos, y se escribió dos años antes de la formación en Zurich de este avatar de la modernidad. En ella dice cosas como “la pintura es también caminar, correr, beber, comer, dormir y hacer nuestras necesidades”, no muy diferentes a lo formulado en el Manifiesto Dadá de 1918: “El artista nuevo protesta: ya no pinta –reproducción simbólica e ilusionista- (…) Toda obra pictórica o plástica es inútil; que sea un monstruo que asuste a los espíritus serviles…” Estos espíritus serviles son los mismos que salen escandalizados de las conferencias pronunciadas por Cravan en París y Nueva York, aunque en él esa voluntad de épater les bourgeois no esconde ningún mensaje: son una demostración de esa “antifilosofía de las acrobacias espontáneas” que Tzara elogia en su “Proclamación sin pretensión”.
De nuevo en el Manifiesto de 1918, Tzara se queja: “El arte no tiene la importancia que nosotros, centuriones de la mente, le prodigamos desde hace siglos.” A un hartazgo similar pareció llegar Cravan cuando declaró que “dentro de poco en la calle no veremos más que artistas y tendremos serias dificultades para encontrar un solo hombre.” Antes de que los dadaístas hablaran de destruir los museos e iniciar un trabajo destructivo, Arthur Cravan ya había allanado el camino hacia el antiarte.
Si bien Tzara no menciona nunca el nombre de Cravan, André Breton -“Pape du Surréalisme”- incluyó el texto sobre André Gide en su Antología del humor negro con un pequeño prólogo que rezaba: “Independientemente del gran interés histórico que presentan, los expertos respirarán en estas páginas el clima puro del genio, del genio en su estado bruto. Durante mucho tiempo los poetas volverán a él como a una fuente.” Dalí, otro ilustre surrealista, protagonizó un escándalo semejante al de Arthur Cravan en Nueva York cuando, en una conferencia acogida por l’Ateneu Barcelonès (1930), llamó “gran puerco” e “inmenso putrefacto peludo” al escritor Àngel Guimerà. Unas décadas más tarde, el situacionista Guy Debord diría: “Las personas que yo respetaba más que a cualquiera otra viva eran Arthur Cravan y Lautréamont.”
En lo que respecta a esa “Sociedad de Investigaciones Sabias e Inútiles” que es el Collège de ‘Pataphysique, no duda en considerar a Cravan como un patacesor, es decir, un patafísico anterior a su formación en 1948; y le ha concedido un día de su calendario: 4 As, día de San Cravan, boxeador.

BIBLIOGRAFÍA RECOMENDADA
Cartas de amor a Mina Loy, A. Cravan (Ed. Periférica, 2012)
Arthur Cravan, précipité, Bertrand Lacarelle (Grasset, 2010)
Maintenant, Arthur Cravan (Caja Negra Ed., 2010)
Maintenant, Arthur Cravan (El Olivo Azul Ed., 2009)
Arthur Cravan n’est pas mort noyé, P. Dagen (Grasset, 2006)
4 Dada Suicides, VV.AA. (Atlas Press, 2005)
Portrait inédit d’Arthur Cravan, Philippe Squarzoni (Éditions Le Neuvieme Monde, 2002)
Arthur Cravan, poeta i boxador (Aj. de Barcelona, 1992)
Arthur Cravan, le prophète, J. Pierre (Temps Qu’ll Fait, 1992)

FILMOGRAFÍA

Cravan vs. Cravan, documental de Isaki Lacuesta (2002)