ARTHUR CRAVAN: ESBOZO DE
UNA BIOGRAFÍA
Fabian Avenarius Lloyd nació
el 5 Merdre 14 E.P. (22 de mayo de 1887 vulg.) en Lausanne, Suiza; y
murió poco después renaciendo como Arthur Cravan, el boxeador y poeta que, con
sólo cinco números de una revista autoeditada y algún que otro escándalo en
París y Nueva York, ha conseguido erigirse como mito: empezando por Breton, que
vería en él un "manantial" del que beberían las futuras generaciones
de poetas, y acabando por quienes escribimos estas páginas con la intención de
perpetuar su legado.
Si bien es cierto que de
Cravan se han hecho exposiciones, se han escrito biografías y ensayos, se han
filmado documentales..., no por ello deja de ser un autor marginal al que los
historiadores -salvo contadas excepciones- se empeñan en relegar a la categoría
de "poeta menor", cuando no de provocador carente de todo interés
literario. Parecen olvidar el papel determinante que tuvo para algunos
movimientos de vanguardia como Dadá o la 'Patafísica, que le consagra incluso
un día de su Calendario (4 As, día de San Cravan, boxeador). Cierto que
su producción se reduce a algunas páginas de poemas futuristas, textos sobre Wilde
y críticas de arte; pero la influencia posterior de sus escritos es motivo
suficiente para considerarlo uno de los personajes más relevantes de la primera
mitad del siglo XX.
Fabian nace en el seno de una
familia de la petite bourgeoisie que vive en un apacible pueblo
suizo habitado en gran medida por británicos adinerados que buscan una
educación óptima para sus hijos y un ambiente saludable imposible de encontrar
en el Londres de la época. A su padre, Otho Lloyd Holland, no se le conoce
ninguna ocupación remunerada, sino que se dedica a la genealogía y al estudio
de los clásicos griegos. Tampoco su madre, Nellie, es propietaria de una gran
fortuna; de hecho, su origen humilde la lleva a adoptar el apellido de la rica
familia para la que trabaja. Es el padre de Otho, Horace (canciller de la
reina) quien permite que los Lloyd lleven una vida acomodada. Además de Otho,
Horace tiene una hija llamada Constance, que contraerá matrimonio con un
ilustre escritor irlandés: Oscar Wilde.
Nellie y Otho se casan en
1884, y un año después tienen a su primer hijo, al que llaman como su padre.
Dos años más tarde, en 1887, nace Fabian; para entonces, su padre ha abandonado
a su familia para irse con Mary Winter, una amiga de su esposa con quien
formará una segunda familia. También Nellie (que, tras la marcha de Otho, puede
mantener su nivel de vida gracias a las rentas que éste le deja) encontrará una
nueva pareja, el doctor Henri Grandjean, que se convertirá en su devoto esposo
(cuando se casan en 1890) y en un padre excelente para sus hijos. Él será quien
compense el trato desigual que Nellie no se molesta ni tan siquiera en ocultar:
desde su más tierna infancia, mostrará predilección por Otho, y dejará para
Fabian la severidad y el menosprecio, que habrán de dejar huella en él.
De todos sus familiares,
quien tuvo una mayor influencia sobre Fabian/Cravan fue, sin duda, Oscar Wilde;
más que su tío político, juega el papel de padre (poético y biológico, como
parece sospechar siendo ya adulto) en el que Cravan encuentra un modelo y una
justificación: de su físico, de su carácter, de sus acciones... El padre de
Fabian había conocido a Wilde en Oxford; pese a sus afinidades, desaprobó desde
el principio la boda entre él -un dandy extravagante- y su hermana Constance, que
no hizo caso de sus consejos hasta 1895, cuando estalla el escándalo por el que
Wilde acabaría en prisión acusado de perversión homosexual. Curiosamente, el
interés de Cravan por Wilde comienza cuando conoce a su primo Vyvyan Holland
(el hijo menor de Constance y Oscar, que dejó de usar el apellido Wilde
obligado por su madre y el padre de Cravan para evitar la "vergüenza"
que traía consigo) y éste le explica el motivo por el que su padre fue
encarcelado.
La infancia de Cravan
transcurre "felizmente"; todo lo feliz que puede ser un niño privado
del cariño materno y forzado a ganarse su afecto sin llegar nunca a
conseguirlo. En el plano académico tampoco destaca; tras años recibiendo clases
particulares, ingresa en el colegio en 1896, y al cabo de pocos meses es
expulsado por mala conducta. Entre mayo de 1900 y abril de 1901 permanece en un
pensionado muy prestigioso (y, por consiguiente, también muy caro) de St.
Gallen, Inglaterra, con el que parece estar encantado. Luego, en 1903, es
enviado a Worthing y ahí su actitud cambia por completo: nace el Fabian rebelde
y provocador que se muestra tremendamente mordaz e ingenioso en las cartas que
envía a su madre.
Cuando acaba el curso en
verano de 1904, y tras el episodio vivido con su primo Vyvyan, cumple su objetivo
de viajar a Estados Unidos. Hasta 1908 va alternando sus estancias en Lausanne
con viajes a Berlín, Múnich, Roma y Florencia. Ese año es determinante en la
vida de Fabian (y del futuro Arthur Cravan): despierta su vocación de poeta
(ligeramente insinuada en 1905), piensa por primera vez en publicar una revista
literaria y recibe una sustanciosa cantidad de dinero que le permite instalarse
definitivamente en París, donde podrá dedicarse a escribir.
Reside en la capital francesa
entre 1909 y 1915; allí frecuenta las tertulias de La Closerie des Lilas, a las
que también son asiduos algunos cubistas y órficos (como Marcel Duchamp, con
quien se reencontrará en Nueva York). En 1910 conoce a Renée, con quien inicia
una idílica relación que acabará en 1916 (sin llegar a acabar del todo).
También en 1910, tras una disputa con su madre por el desprecio que muestra
hacia Renée, Fabian pierde la asignación que recibía cada mes y que era
condición de posibilidad de su vida ociosa y despreocupada. A partir de entonces
tiene que subsistir comprando y vendiendo obras de arte. Ese mismo año, desde
febrero hasta mayo, aparece el -aún- Fabian boxeador, que se proclama campeón
de Francia de semipesados sin llegar siquiera a pelear; gana el combate del 14
de marzo por abandono de su oponente. Este triunfo, aunque no tiene ningún
mérito, le permite en los años posteriores ganarse la vida como profesor y
forjar una "leyenda" del todo inexplicable dados sus cuestionables
dotes como pugilista.
Sin duda, sus mayores hazañas
en París son la publicación de Maintenant (que firma ya como Arthur Cravan) y
sus "conferencias", todo ello comprendido entre los años 1912 y 1915.
Durante este tiempo, en el que ha conseguido valerse por sí mismo (a diferencia
de su hermano mayor, convertido en un pintor fracasado), consigue al fin la
simpatía de su madre; puede decirse que se "reconcilian" en 1915,
algo que a Nellie le sirve de alivio cuando su hijo desaparece para siempre.
Por desgracia, esta época
dorada acaba cuando Cravan decide abandonar París tras el estallido de la I
Guerra Mundial, fundamentalmente por el espanto que le causa la idea de ser
llamado a filas. Inicialmente intenta continuar con su vida y llega a sacar un
quinto número de Maintenant (en marzo de 1915), pero tras visitar a su madre y
al doctor Grandjean en Lausanne se traslada a Barcelona. Aquí (concretamente en
Vallcarca) vive con Renée, su hermano y la novia de éste durante todo un año,
desde finales de 1915 hasta diciembre de 1916. No son los únicos artistas que,
huyendo de la guerra, escogen la capital catalana como destino: uno de los más
ilustres, y con quien Cravan entablará relación, es el dadaísta Francis
Picabia. Del paso de Cravan por nuestra ciudad, lo más destacable es su combate
contra Jack Johnson en la Monumental el 23 de abril de 1916. Él, campeón de
Francia de semipesados y profesor de boxeo en el Club Marítim, cae por K.O. en
el sexto round después de todo un mes de entrenamientos públicos y gran
expectación mediática; es de entender que la prensa deportiva le dedicara
extensas críticas.
El verano de ese año lo pasa
en Tossa de Mar, también con Renée, su hermano y la novia de él; es allí donde
afianza su amistad con Picabia, lo que le servirá más adelante para hacerse un
hueco entre la bohemia neoyorquina.
A Nueva York se va en
diciembre, a bordo de un transatlántico llamado "El Montserrat", en
el que también viaja Trostky. El viaje de Cravan a tierras estadounidenses, que
tiene lugar nuevamente como respuesta a un posible reclutamiento, supone una
ruptura de su relación con Renée, con la que promete reunirse sin ninguna
intención de cumplir su palabra. Aunque los dos reharán su vida al poco tiempo
de separarse, la correspondencia entre ambos no cesará jamás; ni siquiera
después de que él inicie una relación con la célebre escritora Mina Loy, con
quien comparte el resto de su vida (poco más de un año, vaya). En Nueva York,
Cravan se codea con los intelectuales más importantes del momento (Marcel
Duchamp, Francis Picabia, Man Ray, Elsa von Freytag-Loringhoven...) y se vuelve
un personaje muy popular; llega incluso a protagonizar un reportaje de The
Soil. El punto álgido de su estancia en la Gran Manzana se produce en abril
de 1917, cuando se inaugura el Salón de los Independientes en el Grand Central
Palace y es invitado a pronunciar una conferencia que acaba con una
intervención policial y todas las miradas puestas en él. También en el marco de
esta exposición se celebra un baile de disfraces al que acude semidesnudo. Al
próximo baile, ya en mayo y con motivo de la presentación de la revista The
Blind Man, acudirá acompañado por Mina Loy: señal de su
consagración como pareja. En primavera emprende un viaje por los Estados Unidos
y en agosto lo hace por Canadá (disfrazado de soldado). Vuelve el septiembre,
pero no se queda allí por mucho tiempo: huyendo nuevamente de un posible
reclutamiento (cabe recordar que Estados Unidos, al principio neutral, acaba
por tomar parte en la guerra) deja a Mina y parte rumbo a Buenos Aires con la
intención de reunirse más tarde con ella.
En diciembre de 1917 ha
llegado a Méjico y decide permanecer allí renunciando a su plan (más bien el
plan de Mina) de establecerse en Argentina, aunque sin llegar a manifestárselo
abiertamente. Tanta insistencia acaba por surtir efecto: Mina llega a Méjico en
enero de 1918, donde Cravan da clases de boxeo y organiza algunos combates que
resultan desastrosos. Tras casarse y reunir algo de dinero, retoman su plan
inicial de trasladarse a Buenos Aires, pero sus penurias económicas les fuerzan
a viajar por separado: Mina, que por entonces está embarazada, se desplazará en
un buque japonés mientras que él irá por su propio pie con una barca en la que
viaja con otros amigos. El rencuentro no llega a producirse: Cravan desaparece
misteriosamente y no consigue llegar a tierras argentinas. Mina, que espera
durante largo tiempo alguna noticia de su amado, inicia una búsqueda que cesará
al cabo de un año, cuando haya perdido toda esperanza y deba entregarse al
cuidado de su hija Fabienne.
MON NOM VÉRITABLE EST
FABIAN LLOYD - A. CRAVAN.
Fabian utiliza por vez
primera el pseudónimo “Arthur Cravan” cuando empieza a publicar su revista
Maintenant en París, a partir de 1912. Es de suponer que lo hace a causa del
rencor que siente por su madre (1910: “voy a proseguir mi vida sin ti,
siguiendo lo menos posible tus consejos que hubieran hecho de mí un perfecto
asno"), siempre tan intolerante con Fabian y un auténtico cielo con
Otho, el primogénito. Cravan es el nombre de un pequeño pueblo de Morvan en el
que había nacido Renée, su gran amor. Escogió “Arthur” por la fascinación que
sentía por Rimbaud, autor de las “Iluminaciones” y de “Una temporada en el
infierno”.
Mi vida está gastada.
Finjamos, holgazaneemos, ¡oh piedad! Y existiremos divirtiéndonos, soñando amores
monstruos y universos fantásticos, quejándonos y atacando las apariencias del
mundo, saltimbanqui, mendigo, artista, bandido; ¡sacerdote! (…) ¡No! ¡No!
¡Ahora me rebelo contra la muerte! El trabajo le parece demasiado leve a mi
orgullo: mi traición al mundo sería un suplicio demasiado corto. En el último
momento, atacaría a diestro y siniestro…
Entonces, -¡oh!- pobre
alma querida, ¡no habríamos perdido la eternidad!
Arthur Rimbaud (“El
relámpago”)
OBRA LITERARIA: MAINTENANT
Maintenant es una revue
littéraire de la que Cravan es director y único redactor. Aunque firma
algunos textos con pseudónimos como Edouard Archinard o Marie Lowitska, todos
son de su autoría. Sólo se llegaron a publicar cinco números, que contienen
poesía, narrativa y una celebérrima crítica de arte que acabó en pena de
prisión.
El primer número de
Maintenant aparece en abril de 1912; en él se publica el poema “Sifflet”
(“Silbato”) y los “Documentos inéditos sobre Oscar Wilde”. En “Sifflet”, la
maquinolatría tan propia del Futurismo italiano toma la forma de un
transatlántico, símbolo no sólo de los avances de la tecnociencia sino también
de la libertad que le concede al poeta poder viajar constantemente. Uno de los
versos (“¡Nueva York! ¡Nueva York! En ti quisiera yo vivir”) parece
anticipar el porvenir de Cravan, que ve la ciudad hiperindustrializada –en su “audaz
modernidad”- como el lugar idóneo para instalarse. Pero no es sólo la
máquina, en su complejidad técnica, la que le parece digna de elogio: algo tan
primitivo como los materiales (hierro, cobre…) despiertan en él la sensación de
una vitalidad desbordante. Lo más interesante es que, a diferencia de Marinetti
y su prole, en la obra de Cravan la exaltación del artificio no va en
detrimento de lo natural: inmediatamente después de describir los prodigios del
navío en el que se desplaza, y por un proceso de analogía cromática (el verde
del barniz/el verde de los pastos), le invade el “¡sentimiento de la
naturaleza!”; comienza a desvelarse la “funesta pluralidad” de la que tratará
en otros poemas. En cuanto a los “Documentos inéditos sobre Oscar Wilde”, es
uno de los tantos textos que dedicará a la figura de su tío, tan determinante
en sus andanzas literarias. Aquí se limita a dar una descripción más o menos
detallada de su físico:
“En su conjunto, el
rostro de Wilde era, de perfil, bien griego; de frente también lo era, pero
principalmente su parte superior, bien proporcionada, armoniosa; la parte
inferior, cuando los labios estaban sellados, tenía más bien algo egipcio,
tenía el enigma, la inexorabilidad, la impasibilidad estatuaria: una especie de
crueldad en reposo.”
Oscar, que tenía fama de gran
conversador, despierta el asombro de su sobrino por esa “presencia sola y
muda capaz de llenarlo todo”. De él dice además que “charlaba con todo
el cuerpo”: esté o no idealizándolo, la admiración que siente por Wilde es
innegable.
El segundo número de la
revista sale un año más tarde, en julio de 1913; incluye la segunda parte de
los “Documentos inéditos sobre Oscar Wilde”, que versa sobre cuestiones más
psicológicas: su inevitable magnetismo, su mordacidad y agudeza, su sentido del
humor, etc. Antes de Wilde, sin embargo, Cravan habla de otro escritor que no
sale tan bien parado: “André Gide” (con título homónimo). Aunque sea éste y no
aquél el protagonista de su relato sigue girando sutil e inapreciablemente en
torno a su tío: es una venganza por lo que Gide expone en uno de los textos in
memoriam que le dedica al que fue su amigo, nada menos que “… debe
reconocerse: Wilde no era un buen escritor”. Cravan replica: “Sus
andares delatan a un prosista que jamás podrá hacer un verso.” Claro que no
se limita a hacer crítica literaria, sino que sigue con otros agravios menos
sofisticados (“se le podría tomar muy fácilmente por comediante”, “sus manos
son las de un gandul”, “es un canijo”, etc.). En este escrito, además de
atacar al autor de “El inmoralista”, deja entrever algunas de sus convicciones
artísticas (“prefiero el boxeo a la literatura”) o confesiones más
íntimas relativas a su complicada relación con Nellie (“mi madre y yo no
hemos nacido para entendernos”).
Por último, dos poemas: uno
titulado “Hie!” con rasgos similares a “Sifflet” aunque mucho más
introspectivo; mientras que en “Sifflet” el yo poético está prácticamente
ausente, en “Hie!” se va alternando con la exaltación de lo veloz como solución
a su pluralidad. Éste es el tema principal, que a Cravan le toca muy de
cerca por ser alguien que oscila entre categorías tan dispares que llegan a
contradecirse entre sí. Jamás llegará a decidirse por una y, aunque en
ocasiones parezca lamentarse, todo apunta a que se sentía orgulloso de ser
indefinible:
Mundano,
químico, puta, borracho, músico, obrero,
[pintor,
acróbata, actor;
Anciano,
niño, estafador, golfo, ángel y juerguista;
Millonario,
burgués, cactus, jirafa o cuervo;
Cobarde,
héroe, negro, mono, Don Juan, rufián, lord,
[campesino,
cazador, industrial.
¡Soy
todas las cosas, todos los hombres y todos los animales!
En el segundo poema, “Des
paroles” (“Las palabras”), adopta un tono pesimista que en nada se parece a los
textos vistos hasta ahora; a nivel temático es de por sí deprimente: el intento
de revivir un pasado que no volverá mediante recuerdos confusos y dolorosos, el
eterno conflicto del poeta consigo mismo, el sentimiento de culpa que aflora en
cuanto se consigue algo de paz, el spleen o tristeza sin causa definida…
Son, en definitiva, temas propios de la poesía simbolista, poco transgresora
por entonces –cuando se han cumplido más 55 años desde la publicación de Les
fleurs du mal. La atención que ha puesto en la forma (métrica y rima
perfectas, figuras retóricas por doquier) es algo excepcional que no volverá a
verse entre las páginas de Maintenant.
En cuanto al tercer número,
de octubre de 1913, está consagrado enteramente al autor de “El retrato de
Dorian Gray”, con un relato ficticio titulado “¡Oscar Wilde está vivo!” y un
par de retratos cedidos por Lajeunesse. Lo más destacable del relato (en el que
Cravan recibe una visita de su tío trece años después de su muerte) es el
cambio con respecto a los textos anteriores sobre Wilde: abandona el tono
elogioso de quinceañero enamorado y escribe fragmentos memorables.
“Estoy aquí, sobre esta
cama, como un vago; no es que me disguste ser un tremendo perezoso; pero odio
quedarme mucho tiempo así, cuando nuestra época es la más favorable a
traficantes y timadores; yo, a quien le basta un compás de violín para que le
entren unas ganas locas de vivir; yo, que podría matarme de placer; morir de
amor por todas las mujeres; que lloro todas las ciudades, aquí estoy, porque la
vida no tiene remedio. Puedo entregarme al desenfreno en Montmartre y hacer mil
excentricidades, ya que lo necesito; puedo estar pensativo, activo; trocarme
uno tras otro en marinero, jardinero o barbero; pero si quiero degustar las
voluptuosidades del sacerdote, debo dar un lustro de mis cuarenta años de
existencia, y perder incalculables goces, para ser bueno únicamente. Yo, que me
sueño incluso en las catástrofes, digo que si el hombre es tan desdichado es
porque mil almas habitan un solo cuerpo.”
“[Wilde] Era bello. En
el sillón parecía un elefante; el culo aplastaba el asiento que le venía
estrecho; ante los brazos y las piernas enormes yo intentaba con admiración
imaginar los sentimientos divinos que debían habitar en tales miembros. (…) Yo
lo adoraba porque parecía una gran bestia; me lo imaginaba cagando
sencillamente como un hipopótamo. (…) Me lo representaba, en la locura del
verde de África y en medio de la música de las moscas, haciendo montañas de
excrementos. ”
En “¡Oscar Wilde está vivo!”
se menciona el prosopoema, que no es ni mucho menos un invento de Arthur
Cravan (el término lo acuña por primera vez Lu Ji, autor del Wen Fu)
aunque él así lo cree y llega incluso a formular una definición: “Se trata
de una pieza que empieza en prosa y que insensiblemente, mediante ecos –la
rima- primero alejados y luego cada vez más próximos, nace a la poesía pura.”
El cuarto número de
Maintenant (marzo 1914) fue el más polémico. Publicó tan solo una crítica de la
Exposición de los Independientes, por la que le llegaron a condenar a ocho días
de prisión. Los que salen peor parados son Guillaume Apollinaire (se refiere a
él como “judío”), con quien se muestra terriblemente mordaz incluso a la hora
de disculparse. Lo hace con una carta que empieza: “No porque tenga miedo
del gran sable de Apollinaire, sino porque tengo muy poco amor propio…” y
acaba: “Monsieur Apollinaire, que tiene una gran barriga, se parece más a un
rinoceronte que a una jirafa y, en cuanto a la cabeza, tiene más de tapir que
de león, tira más al buitre que a la cigüeña de largo pico.” También se ve
obligado a rectificar sus declaraciones acerca de la pintora Marie Laurencin (“A
ésta le vendría bien que le levantaran las faldas y le metieran una gran… en
alguna parte…”); su única rectificación será rellenar los espacios vacíos:
“A ésta le vendría bien que le levantaran las faldas y le metieran una gran
astronomía en el Teatro de Varietés.”
Otra pintora, de la que
Toulouse-Lautrec hizo un retrato muy conocido, le exige a Cravan una segunda
rectificación por tildarla de vieja zorra, y lo consigue: “Quiero advertir
al público de que, contrariamente a mi afirmación, madame Suzanne Valadon es la
virtud misma.” Suponemos que se dio por satisfecha, aunque Cravan fuese
incapaz de fingir verdadero arrepentimiento.
Por último, el número de
marzo de 1915, con “Poeta y boxeador” -el prosopoema adelantado en “¡Oscar
Wilde está vivo!”- y tres breves aforismos que resumen las ideas estéticas de
Cravan:
“Tiene
más mérito descubrir el misterio en la luz que en la sombra.”
“Todo
gran artista tiene el sentido de la provocación.”
“Los
imbéciles sólo ven lo bello en las cosas bellas.”
PRODUCCIÓN INMATERIAL:
CONFERENCIAS
Cravan, que da su primera
conferencia a finales de 1913, tomó la idea de los futuristas, que habían
comenzado a leer sus manifiestos literarios en público tras comprobar el
revuelo que levantaban y, sobre todo, la atención que recibían. En París llega
a impartir tres y, aunque de todas se habla en los periódicos, la que impacta
más al público es la del julio de 1914: en ella pegó unos tiros con su revólver
y lanzó objetos contra el público sin que nadie, por desgracia, resultase
lesionado. En medio de esos episodios de locura transitoria, tuvo tiempo de
pronunciar un breve discurso contra el arte y la vida: “Ensalzó a los
deportistas, superiores a los artistas, así como a los homosexuales, a los
ladrones del Louvre, a los locos, etc.”
Claro que, comparada a la de
Nueva York, la conferencia de París se queda en un incidente sin importancia.
Con motivo de la inauguración del Salón de los Independientes, Cravan es
invitado por Francis Picabia y Marcel Duchamp a impartir una conferencia
–destinada a las damas de la alta sociedad- en torno a “los artistas
independientes de Francia y de América”. Picabia y Duchamp, que estaban al
corriente de los escándalos que su amigo había protagonizado en París (en
especial de la crítica del cuarto número, plagada de insultos a los artistas
más importantes del momento), pudieron prever sin duda lo que iba a ocurrir:
Cravan, que llega tarde y presumiblemente borracho, dirige su mirada al público
con desdén desde su atril, da un golpe con el que estremece todos los artistas
allí congregados e instantes después comienza a quitarse la ropa, sin haber
pronunciado una sola palabra. No llega a desnudarse del todo porque intervienen
las fuerzas del orden, que se llevan algún puñetazo de este boxeador disfrazado
de conferenciante. Pasa la noche en prisión pero, por suerte para él, Walter C.
Arensberg (uno de los intelectuales más influyentes de la bohemia neoyorquina)
paga la fianza y queda libre al día siguiente. Duchamp, pese a sus acciones
claramente malintencionadas, y habiendo declarado que Cravan “era un tipo
raro; no me gustaba mucho, y tampoco yo a él”, sólo pudo decir tras este
episodio que había sido “¡Una conferencia maravillosa!”.
Puede decirse que estas
apariciones, hechas con la única pretensión de provocar, son la obra más importante
de Arthur Cravan; más incluso que Maintenant. Con ellas pretende ganar dinero y
que hablen de él, en conformidad con su concepción del arte como medio en lugar
de como fin (en su caso, para ligar y hacerse rico). Fracasa en lo primero,
pero acaparar la atención de cualquiera (incluso de Mina Loy, que al principio
no siente por él más que un profundo desprecio) se le da realmente bien. Es en
sus conferencias y en sus combates de boxeo, más que en sus poemas y relatos,
donde Cravan demuestra su talento y se muestra como lo que realmente es: un
dandy anarcopunk.
INFLUENCIA
POSTERIOR: DADÁ, SURREALISMO, ‘PATAFÍSICA
Arthur Cravan lleva hasta sus
últimas consecuencias la creencia de Wilde según la cual “la vida imita al
arte mucho más que el arte imita a la vida”. Esta ruptura de las barreras
entre el autor y su obra será retomada por Dadá aunque despojada del tufo a
esteticismo (ars gratia artis o “el arte por el arte”) que rodea todas
las ideas de Wilde, para quien “el artista es el creador de cosas bellas”,
en contraposición a Tristan Tzara que buscará un arte “por encima de los
reglamentos de lo Bello y su control”. Sería injusto decir que Cravan había
adoptado acríticamente las ideas estéticas de su tío: de hecho, su crítica de
la Exposición de los Independientes adelanta gran parte de las ideas expuestas
por Tristan Tzara en sus siete manifiestos, y se escribió dos años antes de la
formación en Zurich de este avatar de la modernidad. En ella dice cosas como “la
pintura es también caminar, correr, beber, comer, dormir y hacer nuestras
necesidades”, no muy diferentes a lo formulado en el Manifiesto Dadá de
1918: “El artista nuevo protesta: ya no pinta –reproducción simbólica e
ilusionista- (…) Toda obra pictórica o plástica es inútil; que sea un monstruo
que asuste a los espíritus serviles…” Estos espíritus serviles son los
mismos que salen escandalizados de las conferencias pronunciadas por Cravan en
París y Nueva York, aunque en él esa voluntad de épater les bourgeois no
esconde ningún mensaje: son una demostración de esa “antifilosofía de las
acrobacias espontáneas” que Tzara elogia en su “Proclamación sin
pretensión”.
De nuevo en el Manifiesto de
1918, Tzara se queja: “El arte no tiene la importancia que nosotros,
centuriones de la mente, le prodigamos desde hace siglos.” A un hartazgo
similar pareció llegar Cravan cuando declaró que “dentro de poco en la calle
no veremos más que artistas y tendremos serias dificultades para encontrar un
solo hombre.” Antes de que los dadaístas hablaran de destruir los museos e
iniciar un trabajo destructivo, Arthur Cravan ya había allanado el camino hacia
el antiarte.
Si bien Tzara no menciona
nunca el nombre de Cravan, André Breton -“Pape du Surréalisme”- incluyó el
texto sobre André Gide en su Antología del humor negro con un pequeño
prólogo que rezaba: “Independientemente del gran interés histórico que
presentan, los expertos respirarán en estas páginas el clima puro del genio,
del genio en su estado bruto. Durante mucho tiempo los poetas volverán a él
como a una fuente.” Dalí, otro ilustre surrealista, protagonizó un
escándalo semejante al de Arthur Cravan en Nueva York cuando, en una
conferencia acogida por l’Ateneu Barcelonès (1930), llamó “gran puerco”
e “inmenso putrefacto peludo” al escritor Àngel Guimerà. Unas décadas
más tarde, el situacionista Guy Debord diría: “Las personas que yo respetaba
más que a cualquiera otra viva eran Arthur Cravan y Lautréamont.”
En lo que respecta a esa
“Sociedad de Investigaciones Sabias e Inútiles” que es el Collège de
‘Pataphysique, no duda en considerar a Cravan como un patacesor, es
decir, un patafísico anterior a su formación en 1948; y le ha concedido un día
de su calendario: 4 As, día de San Cravan, boxeador.
BIBLIOGRAFÍA RECOMENDADA
Cartas de amor a Mina Loy, A. Cravan (Ed. Periférica, 2012)
Arthur Cravan, précipité, Bertrand Lacarelle (Grasset, 2010)
Maintenant, Arthur Cravan (Caja Negra Ed., 2010)
Maintenant, Arthur Cravan (El Olivo Azul Ed., 2009)
Arthur Cravan n’est pas mort noyé, P. Dagen (Grasset, 2006)
4 Dada Suicides, VV.AA. (Atlas Press, 2005)
Portrait inédit d’Arthur Cravan, Philippe Squarzoni (Éditions Le
Neuvieme Monde, 2002)
Arthur Cravan, poeta i
boxador (Aj. de Barcelona, 1992)
Arthur Cravan, le prophète, J. Pierre (Temps Qu’ll Fait, 1992)
FILMOGRAFÍA
Cravan vs. Cravan, documental de Isaki Lacuesta (2002)